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Group M
Date 1920
Origin Eibar
Brand Alfa
Source (DFG) Diputación Foral de Gipuzkoa
License Copyleft

Máquina

La fábrica de máquinas de coser Alfa, ubicada en Eibar, Gipuzkoa, tiene una historia rica y significativa en la industria vasca, con un papel importante de las mujeres en su desarrollo. Alfa fue fundada en 1920 por un grupo de armeros de Eibar que decidieron diversificar su producción ante la crisis del sector armero tras la Primera Guerra Mundial.

La empresa comenzó fabricando máquinas de coser, inspirándose en modelos alemanes. En la década de 1950, Alfa se convirtió en la mayor empresa de Eibar, con más de 1.000 trabajadores y trabajadoras. La fábrica producía alrededor de 50.000 máquinas de coser al año. Alfa expandió su producción a otros productos como bicicletas, motocicletas y electrodomésticos.

Las mujeres desempeñaron un papel crucial en la fábrica Alfa. Un gran número de mujeres trabajaban en la fábrica, principalmente en las secciones de montaje y control de calidad. Alfa estableció una escuela de aprendices donde se formaban tanto hombres como mujeres en diversas especialidades técnicas. Las mujeres en Alfa gozaban de mejores condiciones laborales en comparación con otras industrias de la época. Por ejemplo, tenían derecho a una baja por maternidad de tres meses con sueldo completo. Asimismo, algunas mujeres llegaron a ocupar puestos de responsabilidad en la fábrica, aunque en menor medida que los hombres. El trabajo en Alfa permitió a muchas mujeres de Eibar y alrededores alcanzar cierta independencia económica y contribuir significativamente a la economía familiar. Aunque la fábrica original cerró en 1985 debido a problemas financieros, el legado de Alfa y su impacto en la vida de las mujeres trabajadoras de Gipuzkoa perduran. La historia de Alfa representa un capítulo importante en la industrialización de la región y en el avance de los derechos laborales de las mujeres en el País Vasco.

Las máquinas de producción doméstica y el teletrabajo han tenido un impacto significativo en la vida laboral, especialmente para las mujeres. Esta evolución ha transformado la relación entre el hogar y el lugar de trabajo a lo largo del tiempo. Algunas de ellas incluyen las máquinas de coser, que revolucionaron la producción textil doméstica desde mediados del siglo XIX y permitieron a muchas mujeres generar ingresos desde casa, realizando trabajos de costura y reparación. Asimismo, los telares domésticos, aunque menos comunes que las máquinas de coser, permitían la producción de tejidos en pequeña escala y fueron especialmente relevantes en zonas rurales y en industrias artesanales. Las máquinas de punto facilitaron la producción de prendas de punto en el hogar y muchas mujeres las utilizaron para el consumo familiar y crear prendas para venta local o por encargo.

Paralelamente, los ordenadores personales, desde los años 80, han permitido realizar diversos trabajos desde casa, como procesamiento de textos, diseño gráfico y programación y han sido fundamentales en la expansión del teletrabajo moderno. El concepto de teletrabajo surgió en los años 70 como respuesta a la crisis del petróleo. Jack Nilles acuñó el término “telecommuting” en 1973, proponiendo “llevar el trabajo al trabajador” para reducir desplazamientos. En los 80 y 90, el teletrabajo comenzó a ganar terreno con la mejora de las tecnologías de comunicación; inicialmente se limitaba a tareas específicas como entrada de datos o atención al cliente. Pero Internet y los dispositivos móviles ampliaron enormemente las posibilidades del teletrabajo en el siglo XXI, permitiendo mayor flexibilidad laboral y compatibilizar la trabajo y familia. Asimismo, el teletrabajo ha ofrecido oportunidades laborales a mujeres en zonas rurales o con responsabilidades de cuidado.

Sin embargo, también ha planteado grandes desafíos, como la doble carga de trabajo doméstico y profesional. La Pandemia de COVID-19 aceleró drásticamente la adopción del teletrabajo a nivel global, poniendo de manifiesto tanto beneficios (flexibilidad, ahorro de tiempo en desplazamientos) como desafíos (aislamiento, dificultad para separar vida laboral y personal).

El uso de máquinas de producción doméstica y el teletrabajo han ofrecido a muchas mujeres oportunidades de independencia económica y flexibilidad laboral. Sin embargo, también ha planteado desafíos en términos de equilibrio trabajo-vida y ha requerido una redefinición de los espacios domésticos y laborales. Estas situaciones pueden afectan desproporcionadamente a las mujeres debido a factores sociales, económicos y culturales. Suponen largas jornadas laborales que pueden extenderse hasta 16-18 horas diarias, salarios extremadamente bajos, a menudo por debajo del mínimo legal y malas condiciones de trabajo, suponiendo una especie de esclavitud contemporánea.